Este domingo a las 09:00 de la mañana, mientras tú te debatías entre un croissant y una resaca, la Policía Municipal de Madrid decidía irrumpir en la sauna gay Beach, en la Cuesta de Santo Domingo, con una redada de película: agentes de paisano, detenciones, requisamiento de drogas y titulares que se escriben solos. Cinco personas fueron arrestadas por un supuesto delito contra la salud pública. Requisaron GHB, tusi (sí, la famosa cocaína rosa), ketamina y pastillas. Y, por supuesto, lo contaron en los medios con el dramatismo justo para que parezca que se ha desarticulado la sede de Breaking Bad versión queer.
Pausa dramática. Vamos por partes.
¿Esto va de drogas o de escenografía mediática?
¿Había droga? Sí. ¿Está bien que la policía actúe cuando hay tráfico de estupefacientes? También. Pero ¿por qué, una vez más, se señala a un local LGTB+ como el centro del apocalipsis moral? Porque es muy fácil. Porque da morbo. Porque vende. Y porque hay quien todavía no ha entendido que la seguridad y el respeto no se construyen con redadas teatrales, sino con políticas serias, prevención real y un poquito menos de homofobia encubierta.
La sauna Beach llevaba semanas en el radar: intoxicaciones, conflictos con porteros, ambulancias en la puerta. ¿La solución? Entrar a lo bestia un domingo por la mañana, en plena hora punta post-after, con gente en ropa interior y luces tenues. Ideal para el noticiero. Ideal para reforzar el estigma. Ideal para volver a insinuar que el ambiente gay es igual a desenfreno, peligro y delito.
No vamos a justificar el tráfico de drogas. Pero tampoco vamos a permitir que se use como excusa para señalar espacios LGTB+ como antros criminales. Porque si esto pasa en una sauna hetero, lo llamamos “after ilegal”. Pero si pasa en una gay, lo llamamos “nido de depravación”.
Desde SKYLINE Abogados defendemos la legalidad, sí. Pero también defendemos que no haya hipocresía legal. Que no se confunda un delito concreto con un estilo de vida. Que no se criminalice un lugar entero por lo que hacen cinco personas. Y que no se use una operación policial para reforzar estereotipos que deberían haberse jubilado con el VHS.
Hay un patrón: cuando el ambiente es queer, la redada es noticiable. Cuando el lugar es gay, el titular lleva morbo. Cuando el contexto es sexual, la policía actúa con más moral que Código Penal. Y eso es un problema. Porque la ley no puede tener prejuicios. Y la prensa, menos.
Por cierto: el local tenía licencia. Cumplía el aforo. La mayoría de la gente estaba allí para pasarlo bien, sin molestar a nadie. Pero eso no te lo cuentan. Porque es más fácil imaginar orgías ilegales con mefedrona que reconocer que también hay gente que va a socializar, a ligar o simplemente a olvidar que ahí fuera todavía hay quienes te mirarían mal solo por entrar.
¿Que hay que controlar el tráfico de drogas? Por supuesto. ¿Que hay que proteger a los consumidores? También. ¿Pero montar una redada con estética de reality policial en un espacio LGTB+ es la manera? No. Es puro marketing represivo. Y un paso atrás en derechos que cuesta sangre conquistar y un titular perder.
Si te tocó de cerca, que no te toque solo
Si estuviste en la sauna ese día, si te identificaron sin causa, si te cachearon sin motivo, si te detuvieron sin pruebas… habla con nosotros. No todo vale. Ni siquiera con orden judicial. Y mucho menos cuando lo que está en juego es tu dignidad.
No te calles si te trataron como sospechoso solo por estar allí. Si te miraron como si tu existencia fuera delito. Si te hablaron como si tu ropa (o su ausencia) invalidara tus derechos. Aquí no nos escandaliza la oscuridad ni los cuerpos en toalla. Nos escandaliza el uso selectivo del Código Penal y la pasividad institucional con los abusos de poder.
La ley es para proteger, no para humillar. Y nosotros estamos aquí para recordárselo a quien haga falta. Porque tu historia, aunque lleve toalla, también merece defensa. Y nosotros no tenemos problema en entrar contigo al barro. O al vapor. O a los tribunales. Donde haga falta.